miércoles, 17 de noviembre de 2010

Apuntes sobre el desarrollo biofisiopsicosocial del ser humano

Por: Hernan Lauracio Ticona

a. ¿Por qué, para qué y cómo estimular el cerebro?
Sabemos que el cerebro humano es uno de los centros nerviosos que constituyen el encéfalo. Según los estudiosos,  pesa entre 1,3 y 1,6 kilos; y la corteza cerebral (es decir, la superficie del cerebro) alberga unos 22.000 millones de neuronas. También mencionan que el cerebro, por una parte, es el órgano encargado de controlar y coordinar el movimiento corporal, y de procesar la información sensorial. Por otra parte, se encarga de regular las funciones homeostáticas, como la presión sanguínea, la temperatura corporal y los latidos del corazón. También, el cerebro es el responsable del aprendizaje, la cognición, la memoria y las emociones. Su funcionamiento se realiza a través de la interacción entre sus distintas áreas.
En ese entendido, la estimulación del cerebro no solamente es de vital importancia sino es una condición necesaria para el desarrollo bio-fisio-psico-social del ser humano; fundamentalmente en su primera etapa de vida. Se dice que cuando el niño nace, o incluso in útero, el cerebro empieza a formarse y las posibilidades de conexión son prácticamente ilimitadas; a los 0 años son ilimitadas, a los 3 años son mucho mayores que a los 5, y a los 5 son mucho mayores que a los 7, a partir de los 7 años son muy escasas o las posibilidades de constituir nuevos circuitos van disminuyendo. También se menciona que a los 15 años o a los 20 años, el ser humano aprende nuevas cosas, aprende nuevas habilidades. Pero las aprende utilizando conexiones que ya tiene establecidas. Y esto es importante, porque aquello que no se haya constituido en los primeros años de vida ya no se va a constituir; es muchísimo más difícil, por no decir imposible, constituirlo (Greenspan 1998).
Por tanto los padres como los educadores estamos en la obligación de buscar estrategias adecuadas para estimular el desarrollo del cerebro en los primero años de vida de los pequeños. Para los cual debemos tener considerar los modos de interacción en cada situación y etapa del proceso de vida y educativo, así como tener en cuenta las particularidades de cada niño o niña.
Seguidamente describimos algunas posibles estrategias generales orientadas al desarrollo del cerebro en los primero años de los infantes.
  1. Afectividad y motivación permanente: durante el período de aprendizaje pre-verbal, en que las emociones y conductas están estrechamente vinculadas a las sensaciones (besos, caricias, sentimientos, otros), los padres y los o las educadoras estimulan a los pequeños con respuestas afectivas pertinentes y con acciones incentivadoras cálida. Esto ayuda al niño o la niña comprender cómo sus actos ocasionan respuestas ajenas a él, así afianza su concepción de una realidad externa, más allá de sus deseos y de su persona. Así, los infantes paulatinamente descifran los mensajes del entorno y ajustan su conducta en función de sus experiencias emocionales, lo que significa un comportamiento intencional, a partir del cual construyen sus modelos mentales.
  2. Interacción constante: el intercambio relacional con personas significativas en el primer año de vida permite al niño o niña interpretar las reacciones de los demás, y sus experiencias emocionales le permitirán evaluar cómo actuar en consecuencia. Por lo tanto, los padres o los educadores generan situaciones de interacción de simple a compleja; facilitan a los infantes el aprendizaje y reconocimiento de patrones de conducta de otros o a imitarlos. Así el niño y la niña comienza a manejar ideas y no sólo acciones y estas ideas, sino también imágenes que se suceden en su interior, lo que le permite pensar las acciones antes de ponerlas en práctica. Y con el desarrollo del lenguaje verbal, pronto será sustituido dichas acciones por palabras.
  3. Relación afectiva Padre/ educadora – niño o niña: Los padres o los educadores promueven u diálogo permanente y afectiva; generando en los infantes un sentimiento de placer por la comunicación y el diálogo interactivo. Esto implica, responder a los requerimientos del niño o niña con una invitación a la reflexión y no sólo a la acción. Por ejemplo, si el niño dice "quiero la pelota", se puede ir más allá de una simple respuesta: "bueno" o simplemente pasarle la pelota, más bien preguntar "qué harás con ella"…, así se incitará a pensar en su petición y no sólo a satisfacer su necesidad de acción. De esta manera el niño o la niña adquirirá prácticas en la elaboración de ideas y en la reflexión sobre sus emociones, propósitos y deseos.
  4. Uso de un lenguaje sencillo: los padres o el docente usa palabras claras, precisas y "significativas" para el niño o niña; evita hablar con diminutivos o deformando las palabras. Es decir, no hacer uso de un lenguaje de adultos sino más bien hacer uso de un lenguaje infantil. El adulto es un mediador que debe potenciar las capacidades del niño o niña, aceptándolo, acogiéndolo y amándolo. Será responsable de lograr que el infante se sienta un confiado constructor de su propio aprendizaje.
  5. Uso espacio o ambientación: el espacio o el entorno también debe ofrecerle al niño o niña seguridad para su desplazamiento e independización gradual. Esto significa generar espacios que ofrezcan múltiples posibilidades, donde la ubicación de los objetos sea un punto de apoyo para la memoria espacial (punto fijo), para ello cada elemento debe tener su lugar, identificable por el niño o niña. Por ejemplo,  un infante que perciba el ambiente o aula como inseguro, hostil o amenazante, en lugar de estimulante, excitante o retador, experimentará una interferencia emocional en su intento por aprender.
  6. Uso de los materiales educativos: los materiales didácticos y educativos deben contribuir al enriquecimiento de las experiencias de los niños y las niñas, ofrecer desafíos intelectuales (superables) y contribuir al establecimiento de vínculos afectivos. Ejemplos: aparatos para encender y apagar, juguetes de género, elementos para cocinar, etc. La música como recurso pedagógico debe estar presente en el ambiente o aula de los infantes, ya que está comprobada su positiva influencia en el establecimiento de un clima emocional, relajante o incentivador según sea ella.

b. ¿Cuáles son las conductas aprendidas e innatas?

Antes de escribir algunos ejemplos relacionados a conductas aprendidas e innatas, se debe de subrayar que, según los estudiosos de la materia, no existe una distinción marcada entre lo innato y lo adquirido en el proceso de la evolución de la especie humana. Asimismo, se que “lo que es innato en los niños actuales, lo es, porque resultó adquirido en algún momento de la filogénesis, dándose probablemente el caso de que esa adquisición resulto ser tan importante que acabo quedando grabada en los genes de la especie. Por otro lado, lo que para un determinado sujeto es adquirido, lo es en tanto que dispone de unos instrumentos innatos para realizar esa adquisición” (Solís Navarro, 2009). 

Sin embrago, considerando nuestros códigos genéticos se puede distinguir dos contenidos: cerrados y abiertos.

1. Ejemplos de contenidos cerrados
-         El cerebro, la médula espinal.
-         Los oídos, la boca, la nariz, los ojos
-         Las extremidades
-         Corazón, hígado, pulmón, riñón, estómago…
-          Y otros órganos del cuerpo humano

2. Ejemplos de los contenidos abiertos
-         El pensamiento
-         El lenguaje – lengua – habla
-         El sentimiento y afectividad
-         La actitud y el comportamiento
-         Y otras cualidades humanas.

c. ¿En una situación de estrés, cuáles son las manifestaciones orgánicas y psicológicas?

En ciertos textos se indica que el estrés se origina cuando una persona enfrenta situaciones que sobrepasan sus fuerzas físicas y psíquicas. Por lo tanto, percibe y afronta  dificultades para dar una respuesta efectiva. En consecuencia, esa situación desencadena en estrés que consiste en el aumento de la activación fisiológica y psicológica del individuo. Estos mecanismos ayudan a enfrentar mejor la situación y disponen la persona para actuar en forma más rápida y vigorosa. Pero, cuando la respuesta de estrés es demasiado frecuente, intensa o duradera, puede tener repercusiones: negativas, con una amplia gama de manifestaciones orgánicas y psicológicas.
Veamos alunas manifestaciones del estrés:
1. Manifestaciones orgánicas:
     -         Aceleración del ritmo cardíaco
-         Alteraciones  del apetito alimentario
-         Ansiedad y preocupación
-         Enfermedades como: asma, gastritis o problemas digestivos, acné.
-         Dolores en todo el cuerpo.
-         Nauseas.
-         Trastornos sexuales
-         Dificultad para dormir
-         Oras.
2. Manifestaciones Psicológicas:
     -         Comportamientos fuera de control o aburrimiento.
-         Confusión y dificultad para concentrarse o tomar dediciones
-         Cambios de conducta: depresión, frustración, hostilidad, agresividad, irritabilidad.        
-         Sensación de fatiga o cansancio extrema y constante
-         Otras.

REFERENCIAS

Gardner, H.
1998            Inteligencias múltiples. Barcelona: Paidós.

Goleman, D.
1996            Inteligencia emocional. Buenos Aires: Vergara S. A.

Greenspan, S., Benderly, B.
1998            El crecimiento de la mente. Barcelona: Paidós.

Kandel, E. R., Schwartz, J. N., Jessell, T. M.
1997            Neurociencia y conducta. Madrid: Prentice Hall.

Maurice, E., Steven, E. T., Bryan, S. F.
1999            Educar con inteligencia emocional. Barcelona: Plaza y Janés S.A.

Mehler, J., Dupoux, E.
1994            Nacer sabiendo. Madrid: Alianza.

O'Connor, J. Mc., Dermontt, I.
1998            Introducción al pensamiento sistémico. Barcelona: Urano.

Sternberg, R. J.
1997            Inteligencia exitosa. Barcelona: Paidós

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